BASQUIAT Y HARING Los chicos siguen creciendo
- Alfredo Marrón
- 8 dic 2016
- 3 Min. de lectura
El camino más rápido para conquistar la fama es ser famoso. Ese podía ser el paradigma de Basquiat y Haring que en los ochenta entraron con desenfado en el mundo del arte, para exprimir su vida hasta el fin.
Llegaron a Nueva York, tomaron las calles y montaron en las paredes su exposición permanente, la que todo transeúnte se veía obligado a mirar. Escogieron determinadas calles, no cualquiera, en la ciudad que espera que cada día llegue alguien más atrevido que los muy atrevidos.
Jean-Michel Basquiat
Basquiat (1960-1988), hijo de haitiano y portorriqueña, llegó con seis años, a la calle 35 Este de Brooklyn y ya no abandonó las calles. Cuando tenía ocho fue atropellado por un automóvil y tuvo que permanecer en el Kings Country Hospital durante un mes. Su madre le regaló una copia de la “Anatomía de Gray” mientras se recuperaba. Tanto el accidente como el libro tuvieron una duradera influencia en los dibujos y grafismos de Jean-Michel en sus próximos años.Como todo artífice de la fama, lo primero que hizo con diecisiete años fue lanzar su marca y logo. Era una enigmática palabra: SAMO. Esas letras sintetizaban su rebeldía: Same Old Shit. Inmediatamente fueron apareciendo en los rincones de Washington Square y en las estaciones de metro del Soho y el Village. Los grafismos firmaban reflexiones del tipo: “SAMO es el fin de la religión que lava la mente, la política sin sentido y la filosofía idiota”.
Keith Haring
Haring (1958-1990) nació en Kutztown (Pensilvania) dentro de una familia americana con todas las características imaginables. Empezó desde niño a pintar con su padre todo lo que tenían a mano, sobretodo los comics del momento. Llegó a la Escuela de Artes Visuales de Nueva York en 1979, con diecinueve años y una disposición natural para imprimir la máxima celeridad a cuanto hacía. Cuando asistía a las clases de semiótica se encontraba en el sur de Manhattan con SAMO, la firma de Basquiat. Haring escogió como superficie para sus grafismos el papel negro que cubre las vallas publicitarias entre campaña y campaña.Allí nacían sus dinámicos personajes a velocidad de vértigo, antes de que llegaran los policías municipales.
Ambos
En 1979, Haring y Basquiat cruzaron sus vidas en la Escuela de Artes Visuales. Haring admitiría después que Basquiat era el artista de su generación al que más admiraba. Basquiat no ocultaba que sentía un gran respeto por el estilo primitivo de los graffiti de Haring. Basquiat nació fascinado por la fama y el estrellato social. Siempre pensó que esa fama de la televisión y las portadas le estaba esperando. Quería ser Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Billie Holiday, al mismo tiempo.
Un día buscó encontrarse con Warhol, lo logró y consiguió que sus vidas se cruzaran hasta convertirse en inquilino de una casa de Warhol. Éste dudó hasta el final que Basquiat pagara el alquiler cada mes…
En febrero de 1987, Jean-Michel Basquiat por fin apareció como portada del dominical del New York Times. Lo había conseguido. El 12 de agosto de 1988 murió Jean-Michel Basquiat. A los veintisiete años a causa de una sobredosis; nunca tuvo éxito en sus frecuentes intentos de vencer a la adicción. Hoy su record de cotización supera los treinta millones de dólares.
También Keith Haring fue un trabajador infatigable mientras vivió. Era como uno de sus hiperactivos personajes: siempre gateando, saltando, recibiendo y emitiendo rayos energéticos, cabalgando sobre monstruos o subiendo escaleras cabeza abajo. Haring fue hippy, fanático religioso, drogata, punk, pop, etc. La fama era todo para él, el arte, una de las armas para conseguirla; solo el sexo, en su opinión, está a la altura del arte. En 1987, Keith Haring supo que había contraído el sida y su obra, en los siguientes años, se centró de una forma u otra en la enfermedad y la muerte. Realmente su obra se llenó de autenticidad y pesadumbre; a pesar de ello no perdió el dinamismo febril. Murió en 1990 a los veintinueve años. Sus muñecos siguen siendo iconos de nuestro tiempo, y a pesar de su vinculación con el mundo efímero del comic, la publicidad, están pasando a ser patrimonio del arte imperecedero.(Alfredo Marrón. Diseño Interior, n.83)


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