DAVID HOCKNEY: REINVENTA EL PAISAJE
- Alfredo Marrón
- 4 mar 2017
- 2 Min. de lectura

Me encanta que un amigo admirado supere sus conquistas. Hockney (Bradford, 1937) no tenía aparentemente ningún motivo especial en su carrera para perseguir su última creación: reinventar el paisaje.

“Nunca podemos cansarnos de la naturaleza; es de nuestra manera de mirarla de lo que podemos estar cansados” Tiene razón; nunca es demasiado tarde. En 2012 presentó en la Royal Academy y en el Guggenheim de Bilbao una nueva versión del paisaje: simple, sin manchas confusas, con la evocación del grado de definición que contienen los modelos para copiar de los libros infantiles.

Pero tienen esencialidad, color y calor como para que deseemos poder entrar en ese paisaje a correr entre las hojas. Son cuadros gigantescos porque a él le hacen gracia esos retos a sus propias capacidades; algunos tienen quince metros. El más grande se lo donó a la Tate Gallery, el centro que le acogió siempre, donde yo le descubrí hace cincuenta años
Empezó a trabajar con esta idea en 2008 cuando acababa de regresar a Yorkshire desde su intermitente estancia en California. Sus primeros estudios al volver a su origen en Inglaterra fue analizar los cambios estacionales de los que ya se había olvidado en la costa oeste de Estados Unidos. Otra vez recupero el sentido estético que millones de hojas en pocos días cambien su color progresivamente y todo el bosque parezca se mueva como una sinfonía perfectamente armonizada.

La serie de obras dedicadas al transcurso de las estaciones es brillante, exhaustiva y didáctica. Le ha costado años realizarla. Ha creado colores que parecían inexistentes entre los pigmentos al óleo: hay verdes imposibles, contrastes de violetas, naranjas, cadmios, granas…reflejando un mundo que más que existir, a uno le gustaría que pudiera existir.
Desde el 9 de Febrero hasta el 29 de Mayo, la Tate Britain presenta la más grande retrospectiva que nunca antes se había dedicado a David Hockney.

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