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EN REALIDAD, SÓLO HAY UN COLOR: EL ROJO

  • Alfredo Marrón
  • 12 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

Creo que todos los estudiosos del color, como Goethe, Albers y Hoelzel, aparentaron que existía un espectro más o menos amplio de radiaciones cromáticas, cada una de ellas con el mismo valor, pero en el fondo estaban en el secreto de que el rojo no era un color más; era y es de una categoría enigmática que se elevaba que sobre las restantes vibraciones. Con poderes corrosivos capaces de alterar cualquier escena.


El rojo es incluso más; es en sí mismo una decisión estratégica, como la diagonal, el círculo o la asimetría. Cuando utilizas el rojo, todo cambia en el entorno. Es una bomba nuclear que más vale mantener almacenada hasta que llegue el momento que lo merece.

En toda armonía de color “el árbitro final siempre es el rojo”


El rojo se asocia con la vitalidad y la ambición. El sexo la mayoría de las veces es rojo y la imagen del Corazón de Jesús para los católicos, también. El rojo es capaz de significar todo y lo contrario de todo. Siempre ha estado vinculado con la lucha. La revolución rusa y más tarde el nazismo adoptaron el rojo y el negro y quedaron para siempre como símbolos de revolución.


Cuando las cosas son verdad, extraordinarias o queremos que acaben siéndolo, debemos narrarlas en rojo y negro. No se puede ser banal en rojo y negro. En colores corporativos el rojo es velocidad, movimiento, fuerza, resistencia y acción. Hay tantos logotipos en rojo que llega a parecernos que la mayoría de las corporaciones que lo utilizan están por debajo de su significado; no son tan enérgicas y eficaces como pretenden parecer.


Franz Marc, colega de Mondrian en Der Bläu Reiter, mantenía que el rojo es “lo material, brutal y pesado”. Los miembros del grupo CoBrA gastaban más en pigmento rojo que en ningún otro color y lo mismo le había pasado a los Fauve. El rojo es impaciente y nervioso. Eso, unido a su asociación con las pasiones consideradas perversas, lo convierte las más de las veces en una presencia inquietante, apta solo para entornos poderosos que puedan soportar su protagonismo.


Así veo al rojo: un arma que puede herir a la propia mano que la mueve pero, por ello, una tentación fascinante. Siempre que empiezo a pintar me pregunto cuándo y cómo llegará el momento del rojo. Unas veces venzo a la ansiedad y muchas más me vence ella a mí.


He seleccionada unas obras de Delaunay, Miró, Rothko…en las que el rojo despliega todo su poder…


 
 
 

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